viernes, 9 de diciembre de 2011

"LA MÁQUINA DE VAPOR".




Los griegos antiguos ya habían observado que la fuerza del vapor podía producir movimiento.
Colocaban agua en una esfera fijada en un eje horizontal  que tenía dos pequeños tubos curvos con salida a cada lado, uno hacia arriba, otro hacia abajo.
Si se calentaba la esfera, el agua hervía y el vapor empezaba a salir por los tubos estrechos: la bola empezaba entonces a girar.

Pero nadie encontró ninguna utilidad práctica a esa experiencia hasta finales del sigo XVIII.

Un inglés, Watt, en 1765, volvió a pensar en el problema porque las industrias inglesas estaban en pleno desarrollo y querían encontrar una forma de trabajar más rápida y más barata.
Hasta entonces, las pocas máquinas que había eran movidas por la fuerza de animales o de obreros.
Watt construyó la primera máquina de vapor: quemando carbón, se calienta el agua de una caldera: el vapor al principio no puede salir. Se produce entonces una gran presión. Cuando la presión es alta, se abre una tubería muy estrecha: el vapor se escapa por allí con mucha fuerza. En medio de esta tubería hay una rueda con paletas: el vapor la hace girar a mucha velocidad. Ese movimiento se transmite luego, a través de otra pieza de metal o a través de correas, a cualquier tipo de máquina.
El vapor, luego, pasa a un sitio donde se enfría: al enfriarse se condensa de nuevo en agua y ese agua vuelve a la caldera.
En el siglo XIX, la máquina de vapor empezó a utilizarse en todas las fábricas y permitió la construcción de los primeros trenes y de los barcos de vapor.

Fue la base de la revolución industrial.
En el siglo XX, sin embargo, la máquina de vapor fue poco a poco sustituida por motores de gasolina y motores eléctricos.
Ahora se utiliza la fuerza del vapor únicamente para mover los gigantescos generadores de electricidad de las centrales térmicas o nucleares.






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